Aquí os dejo una notícia que he encontrado sobre el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz.
Este martes se cumplen 70 años de la liberación del campo de
concentración más emblemático de los nazis. Los últimos supervivientes
del campo de exterminio reviven su pesadilla.
"Esto es Auschwitz y en tres meses moriréis "
Igor Malitski, superviviente de Auschwitz, junto a los cuarteles en el antiguo campo de concentración.
Jack Rosenthal de los EE.UU., un sobreviviente de la antigua concentración y exterminio campo nazi alemán de Auschwitz.
"Llegamos con el primer tren de prisioneros a la estación de Auschwitz.
Éramos 728 jóvenes, la mayoría estudiantes. Nos bajaron de los vagones y
nos llevaron ante el edificio principal de la estación. Tenían una
lista con nuestros nombres. El oficial nazi Karl Fritzsch se dirigió a
nosotros para dedicarnos unas palabras que me han acompañado toda la
vida. 'No tenéis ni idea de dónde estáis', nos dijo. 'Esto es un campo
de concentración alemán, no un centro curativo. Aquí se sobrevive como
mucho tres meses. Y si entre vosotros hay sacerdotes o judíos, entonces
la esperanza de vida es de seis semanas'".
Józef Paczynski
cuenta su historia con tranquilidad pasmosa y gesto amable. A veces
incluso esboza una media sonrisa. Józef tenía 19 años cuando llegó al
campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Era 14 de junio de
1940. Tras ser detenido en Eslovaquia, fue trasladado al campo como
preso político por formar parte del ejército de liberación polaco.
Józef Paczynski abandonó el campo el 19 de enero de 1945.
"Esto es un campo de concentración alemán, no un centro curativo. Aquí se sobrevive como mucho tres meses"
Contra el pronóstico del oficial nazi que lo recibió a las puertas de
una muerte casi segura, Józef abandonó el campo el 19 de enero de 1945
(poco antes de liberación de Auschwitz) en la llamada 'Marcha de la
Muerte': acosados por el ejército soviético, las SS trasladaron a los
prisioneros hacia el interior del Reich. Tras pasar por Mathausen, Józef
recaló en los campos de Melk y Ebensee, en Austria. Un domingo 6 de
mayo, una patrulla del ejército de Estados Unidos lo liberó
definitivamente. Hoy tiene 95 años y es uno de los pocos cientos de
supervivientes que todavía pueden contar su historia.
Este martes, 27 de enero, se cumple el 70 aniversario de la
liberación de Auschwitz por el Ejército Rojo. Una fecha redonda para
conmemorar el horror vivido en el que fue centro fundamental del
holocausto programado y ejecutado por el régimen nacionalsocialista de
Adolf Hitler. "Sólo aquel que vivió Auschwitz puede entender lo que
aquello fue. Auschwitz fue un infierno". Esta es una de las frases más
repetidas por quienes viven para contarlo.
"Solución final" para los judíos europeos
En la maquinaria bélica nacionalsocialista, Auschwitz se convirtió en
el mayor campo de concentración y exterminio del Tercer Reich.
Construido en la primavera de 1940 en el sur de la Polonia ocupada, en
verano de 1941 el comandante en jefe de las SS, Heinrich Himmler, le
comunicó a Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, que el campo de
concentración que dirigía tenía que cumplir una función central en la
"solución final" para los judíos europeos y otras minorías del Viejo
Continente.
Según cálculos aproximados, entre 1940 y 1945 el régimen
nacionalsocialista deportó a alrededor de 1,3 millones de personas a
Auschwitz: la gran mayoría eran judíos, pero también había ciudadanos
polacos, gitanos, presos políticos alemanes y soviéticos, y milicianos
de la resistencia antinazi de diversas nacionalidades, entre ellos
republicanos españoles. Alrededor de un millón de personas no
sobrevivieron. El 90 por ciento de los muertos eran judíos. La gran
mayoría de las víctimas fueron asesinadas en cámaras de gas.
Como muestran los documentos conservados, Hitler diseñó un 'Plan
General para el Este'. "Ese plan preveía para Polonia oriental, los
Estados bálticos, Bielorrusia y Ucrania un gigantesco reasentamiento de
más de 30 millones de ciudadanos judíos y eslavos a cambio de grupos de
población alemana y otros pueblos germánicos", escribe el historiador
Gerd R. Ueberschär en su artículo 'El asesinato de los judíos y la
guerra en el Este'. Ese presunto intercambio de población acabó
desembocando en una máquina de aniquilar seres humanos perfectamente
engrasada.
La lógica industrial de Auschwitz supone un punto de inflexión en los
crímenes perpetrados por el ser humano a lo largo de la historia. Al
campo de concentración y exterminio de Auschwitz se iba a morir, pero no
sin que los asesinos hubiesen calculado la optimización de las
ejecuciones masivas y la productividad que las víctimas podían aportar
en los trabajos forzados antes de ser ejecutadas o de simplemente
fallecer por agotamiento o a causa de las enfermedades que surgían en
los barracones por las pésimas condiciones sanitarias. Esa obsesión del
régimen nacionalsocialista por la productividad de los prisioneros queda
patente en la cínica frase en alemán que todavía hoy se puede leer a la
entrada de Auschwitz: 'Arbeit macht frei' ('El trabajo hace libre').
Industrialización del horror
El funcionariado del régimen hitleriano también jugó un papel
fundamental en el horror del que Auschwitz y el resto de campos de
concentración del Tercer Reich fueron escenario. "Sólo el funcionamiento
coordinado y altamente eficiente de la administración del Estado
nacionalsocialista hizo posible que millones de personas de casi todos
los países de Europa fueran deportadas a los campos de exterminio y
posteriormente asesinadas" escribe el historiador Wolf Kaiser.
Toda su familia fue exterminada.
Eva Fahidi, de 90 años, susperviviente del campo de exterminio nazi,
sostiene el retrato de su familia. Todos ellos, procedentes de Hungría,
fueron exterminados.
Un corte de electricidad ayudó a Jerzy Ulatowski a escapar de Auschwitz junto a su familia.
Víctima del doctor Mangele.
Danuta Bogdaniuk-Bogucka, de 80 años y superviviente de Auschwitz.
Fue utilizada en los experimentos con presidiarios del doctor nazi Josef
mengele.
Las deportaciones sistemáticas en trenes con horarios puntualmente
programados, el decomiso y almacenamiento de los bienes de las víctimas,
el control y registro en documentos oficiales del número de personas
ejecutadas y la optimización de los medios necesarios para esa ejecución
se llevaron a cabo a través de la aplicación de decretos y leyes
vigentes en la Alemania nazi. Y ello no habría sido posible sin la
participación directa de cientos de miles de funcionarios.
Mientras más de un millón de personas eran deportadas a Auschwitz entre
1940 y 1945, otros cientos de miles se encargaban de sellar las órdenes
de deportación y de detallar los protocolos. Es lo que algunos
historiadores denominan la "racionalización del crimen".
"Entre los miembros de las SS que nos vigilaban había criminales
profesionales, sí, pero no todos eran mala gente; entre ellos también
había personas decentes" asegura Józef Paczynski para sorpresa de su
auditorio. Józef lo reconoce: sobrevivió a Auschwitz en parte gracias a
que fue elegido para formar parte de un grupo de 40 reclusos que
trabajaba en la zona residencial reservada para las SS, muy cerca de las
cámaras de gas y los crematorios donde se incineraban a miles de
cadáveres.
En esa zona residencial, la vida era relativamente normal, en parte
ajena a el engranaje de
aniquilamiento en el que se encontraba. El
comandante del campo, Rudolf Höss, vivía allí con su familia. Después de
que el peluquero personal del comandante cayese en desgracia y fuese
enviado a morir a la segunda fase del campo de concentración,
Auschwitz-Birkenau, a Józef Paczynski se le encargó la tarea de cortarle
el pelo al máximo responsable del campo. "Höss era un padre y un marido
ejemplar, una persona tranquila y discreta. Nunca le vi golpear a
nadie, pero daba órdenes muy rigurosas y se aseguraba de que fueran
minuciosamente ejecutadas. Para ello, él mismo eligió a criminales
profesionales".
Tadeusz Smerczynski
nunca conoció al Höss, pero sí sufrió las órdenes que el comandante del
campo de exterminio tan estrictamente hacía cumplir. 188506. Ese era el
número que los nazis le tatuaron a su entrada a Auschwitz-Birkenau en
1944. Allí fue obligado primero a construir búnkeres y trincheras, para
después pasar a trabajar en una cocina, lo que aumentó increíblemente
sus posibilidades de superviviencia. "En 1979 decidí hacerme borrar el
número de prisionero de la piel, aunque ello no borró los recuerdos de
mi mente»" cuenta hoy Tadeusz a sus 90 años de edad.
"Tengo la suerte de que el odio es para mí un sentimiento ajeno. Nunca sentí odio contra los criminales nazis."
"Cuando entré en Auschwitz-Birkenau, los nazis querían acelerar el
exterminio de judíos, que llegaban por miles en trenes desde Francia,
Holanda, Bélgica y Hungría. Los nazis llegaron a gasear a 2.000 o 3.000
judíos a diario. Como los crematorios no daban de sí, volcaban las
cenizas en fosas o incluso quemaban los cadáveres a cielo abierto". Este
médico polaco retirado relata el horror con tono pausado y enormes
dificultades. Tadeusz reconoce que cuando se decide a relatar su paso
por el sistema de aniquilación de Auschwitz, pasa el resto del día
hundido, se queda sin fuerzas.
Auschwitz hoy
Auschwitz es hoy un gigantesco memorial a cielo abierto. Los
responsables de gestionar la herencia del horror decidieron conservar
buena parte del campo de exterminio tal y como el Ejército Rojo lo
encontró. Franz Engel, Klara Goldstein, Bernd Israel, Jane Neumann, Paul
Gelbkopf, Marie Kafka son sólo algunos de los nombres que el visitante
puede leer en las superficies de las miles de maletas agolpadas en una
de las salas del memorial. En otras estancias se conservan prótesis,
muletas, bastones y miles zapatos de los más diversos tamaños. Son los
restos de la masa humana que tuvo que pasar por el mayor campo de
exterminio del nacionalsocialismo. Visitar Auschwitz hoy no es tarea
fácil.
La larga sombra de Auschwitz se sigue proyectando sobre la actual
Alemania. "Ningún cómplice de ese crimen tiene derecho a vivir una vejez
tranquila", sentencia el ministro de Justicia alemán, Heiko Maas. El
pasado jueves, el ministro socialdemócrata ofreció un durísimo discurso
sobre las "vergonzosas omisiones" cometidas por la justicia alemana y
que permitieron que la "mayoría" de corresponsables del holocausto
pudieran reintegrarse impunemente en la sociedad germana.
Maas anunció la creación de una comisión de investigación independiente
que tendrá acceso a todos los archivos existentes. El informe de la
investigación verá la luz a finales de 2015 y no será "del gusto" de la
justicia alemana, en palabras del propio Maas. El ministro de Justicia
hizo ese anuncio ante dos supervivientes de Auschwitz durante la
inauguración de la exposición 'No olvides tu nombre' sobre los niños
nacidos en el mayor campo de concentración de la dictadura nazi.
Actualmente hay 30 investigaciones en curso sobre vigilantes y guardas
de Auschwitz todavía vivos.
Sin sed de venganza
Tadeusz Smerczynski no tiene sed de venganza, pero sí quiere que se haga
justicia si es que todavía es posible. "Tengo la suerte de que el odio
es para mí un sentimiento ajeno. Nunca sentí odio contra los criminales
nazis, pero siempre he pensado que el crimen debe ser castigado.
Lamentablemente, miles de culpables evitaron una sentencia. Recuerdo,
por ejemplo, a un jurista que trabajaba como funcionario de la Gestapo
ante el que tuve que comparecer. Él me envió a Auschwitz-Birkenau. Murió
hace un año en Alemania, creo. Fue juzgado por un tribunal alemán que
lo absolvió por considerar que actuó siguiendo las leyes de la Alemania
nazi". Tadeusz parece tener que masticar esas palabras antes de
pronunciarlas.
A falta de justicia completa, supervivientes como Tadeusz Smerczynski y
Józef Paczynski invierten parte de los últimos días de su vida
explicando su paso por Auschwitz. Antes de culminar su relato, Józef
aprovecha para agradecer la atención del auditorio y lanzar una última
petición: "Id por el mundo y contad todo lo que os he contado".