Durante los Juegos Olímpicos de 1936, que se celebraron en la capital alemana de Berlín, los dirigentes de la FIFA eligieron el 13 de agosto de ese mismo año por mayoría absoluta que Francia sería la sede de la Copa Mundial de Fútbol de 1938. Esta era la segunda ocasión en la que un estado europeo iba a acoger el mayor evento futbolístico del mundo, ya que la anterior edición fue disputada en Italia en 1934.
El Mundial de Fútbol de 1938 se celebró en un contexto de crisis política, económica y social. Tan sólo 15 países jugaron el torneo mundialista por diversos motivos. España estaba sumida en la Guerra Civil. Argentina, Chile, Uruguay, Estados Unidos, Méjico y Colombia renunciaron a participar por desacuerdos con la FIFA, ya que consideraban que el organismo internacional favorecía y tenía una mayor preponderancia hacia los países europeos que hacia los estados de América. Por su parte, China y Japón no pudieron participar por culpa de la Guerra Chino-japonesa. Austria, que se había clasificado, tuvo que renunciar debido al Anschluss, por lo que el Mundial se disputó con una plaza vacante. El Partido nazi de Austria dio un golpe de estado y destituyó al Canciller conservador de ideología socialcristiana, Engelbert Dollfuss. El 10 de marzo de 1938, Hitler decidió invadir el país austriaco para asegurarse el éxito de sus propósitos expansionistas. De esta forma, el líder nazi efectuó una violación directa del Tratado de Versalles, firmado el 28 de junio de 1919. Las tropas germanas ocuparon y anexionaron Austria al Tercer Reich sin que hubiera algún tipo de derramamiento de sangre. El 10 de abril de ese año, los habitantes austriacos votaron en un referéndum de unificación si refrendaban su anexión al estado nazi. El plebiscito dio como resultado la convalidación social de la unión política de los dos países, en donde ambas naciones se fusionaron, y se convirtieron en un sólo estado.
Unos cuatro meses antes de la firma del Pacto de Múnich, la DFB solicitó a la FA una revancha, ya que la Federación Alemana consideraba que ya tenía el potencial futbolístico suficiente para poder doblegar sin problemas al combinado inglés. Los miembros de ambos organismos deportivos acordaron la disputa del amistoso, porque este partido también serviría a ambas selecciones como un enfrentamiento de preparación de cara a la Copa del Mundo que se celebraría del cuatro al 19 de junio de ese año en Francia. Asimismo, los gobernantes y los jerarcas nazis estaban completamente envalentonados y mostraban una notable arrogancia, fruto de los triunfos políticos que habían cosechado últimamente. Ambas organizaciones deportivas pactaron el segundo encuentro el 14 de mayo de 1938. El enfrentamiento se disputaría en el estadio Olímpico de Berlín de la capital germana.
Chamberlain era consciente de que este partido de fútbol en Berlín iba a adquirir una gran relevancia tanto para los anfitriones como para los visitantes. Los miembros de la Federación Alemana y las máximas autoridades políticas nazis confiaban en la victoria. La reciente anexión de Austria al Tercer Reichsignificaba que los germanos podían emplear a todos los futbolistas austriacos que deseasen. La antigua Selección Austriaca tenía grandes jugadores, ya que se había clasificado por méritos propios para disputar la Copa del Mundo de 1938. De igual modo, el combinado nacional austriaco había vencido por sí mismo a Inglaterra (2 – 1) el seis de mayo de 1936. Mientras tanto, la Selección Alemana se mantuvo invicta durante 14 partidos desde su derrota ante la Selección Inglesa en 1935. El régimen nazi pretendía demostrar el poder de la raza aria a través de los triunfos deportivos de sus deportistas. El embajador inglés en Berlín, Nevile Henderson, aseveró que “los nazis buscaban victorias para impulsar su régimen. Era su forma de reclamar la supremacía de su raza “.
Por otra parte, los pross no se encontraban en su mejor momento futbolístico. La Selección Inglesa había perdido diversos encuentros ante combinados nacionales menores, como Gales, Escocia y Austria. Henderson manifestó que los alemanes creían que “la reputación futbolística de Inglaterra era mucho más grande que el nivel deportivo que tenía el combinado inglés en realidad”. El embajador también señaló que los alemanes consideraban que tenían “una calidad similar o superior a la de los ingleses”.
Dado el clima político de crispación que se vivía a lo largo del periodo de Entreguerras, las autoridades políticas de ambas naciones querían ganar el amistoso para demostrar su hegemonía. Los máximos dirigentes germanos estaban ansiosos por reafirmar la superioridad nazi, por lo que el gobierno no escatimó en gastos a la hora de preparar el partido. El combinado alemán, integrado por futbolistas teutones y austriacos, estuvo dos semanas preparándose para el choque en un campo de entrenamiento aislado, que estaba situado en la región montañosa alemana de la Selva Negra.
Los dirigentes y los funcionarios ingleses también le dieron una gran trascendencia política al encuentro amistoso. Robert Vansittart, diplomático inglés, le comunicó personalmente a Rous que debían ganar el encuentro por encima de todo. “Es realmente importante para nuestro prestigio que el equipo británico tenga un desempeño bueno. Espero que se hagan todos los esfuerzos posibles para ganar el partido”, indicó Vansittart. El Secretario de la FA le respondió al político inglés que “cada miembro del equipo haría todo lo posible para defender el prestigio de su país”.
Durante el choque, una bandera con la esvástica de la cruz gamada ondeó de forma imponente sobre la tribuna del campo de fútbol. Las máximas autoridades nazis, como Hermann Göring, Rudolf Hess, Joachim von Ribbentrop, Hans von Tschammer und Osten y Joseph Goebbels, acudieron a presenciar en directo el partido en la zona de palco del estadio, a modo de representación del gobierno germano, y para apoyar a la Selección Alemana. Hitler no asistió al Olímpico de Berlín, ya que no le gustaba el fútbol. El líder nazi consideraba este deporte como algo “decadente y popular”. Algunos expertos piensan que Hitlerno acudió al palco porque estaba planeando la invasión de Checoslovaquia.
A lo largo de la ceremonia ritual de los himnos, ambos equipos se encontraban situados en la medular del centro del campo del terreno de juego. Mientras sonaba la música del himno germano, los futbolistas de las dos selecciones levantaron y extendieron a la vez el brazo derecho para ejecutar en una perfecta sincronía el saludo nazi. Todas las autoridades teutonas que acudieron a contemplar el partido rieron al unísono con una terrible actitud de suficiencia y de vanidad. Los políticos nazis ya tenían la imagen exterior pública que estaban buscando, que los inventores del fútbol les rindieran pleitesía y reconocieran oficialmente la legitimidad de su régimen en Berlín.
Nevil Henderson, embajador inglés en Alemania, y Stanley Rous, Secretario de la FA, fueron los encargados de idear la nefasta iniciativa, y obligaron a los jugadores pross a efectuar el saludo nazi durante el himno germano. Estos individuos acordaron realizar este acto de reconocimiento hacia el régimen nacionalsocialista para no generar ningún tipo de malestar entre las autoridades políticas alemanas, ya que consumaron este guiño a Hitler como un gesto de educación, de respeto y de homenaje al país teutón. Henderson temía molestar al líder nazi si los jugadores ingleses no efectuaban el saludo. El embajador inglés consideraba que podía tener controlados a los políticos germanos a base de actos de respeto y de reconocimiento, que mostraran públicamente la legitimidad de su régimen. Henderson creía que “con trabajo y mano izquierda, Hitler acabaría siendo partidario de la paz”. Por su parte, Rous conocía perfectamente la arrogancia y el orgullo patriótico de Hitler. El Secretario de la FA asistió a los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, en donde el líder nazi se sintió muy ofendido con Inglaterra, porque la expedición británica no hizo ningún gesto cordial con el que reconocer y homenajear su presencia.
Los futbolistas ingleses se mostraron completamente reticentes y pretendían negarse a ejecutar el saludo. Algunos jugadores, como Edris Hapgood, defensa central y capitán de la Selección Inglesa, se encararon con Rous cuando el Secretario de la FA acudió al vestuario inglés antes del partido, con la intención de comunicar a los jugadores que tenían que realizar el gesto durante los himnos. Hapgood llegó a decir a Rous que se introdujera el saludo nazi “directamente por el culo”. El capitán de los pross manifestó posteriormente su absoluta repulsa a ese acto. “Estuve en un naufragio, en un choque de trenes y a centímetros de un accidente de avión. Sin embargo, el peor momento de mi vida, y el único que no repetiría por voluntad propia, fue cuando hicimos el saludo nazi en Berlín“, indicó el defensa central del Arsenal. Henderson logró persuadir a los jugadores ingleses. El embajador convenció a los futbolistas pross, y les dijo que el saludo nazi sería contemplado como un acto formal hacia los anfitriones, y no se consideraría como un gesto de respaldo al régimen nacionalsocialista. Henderson consiguió que los deportistas del combinado nacional inglés efectuaran el saludo.
Más de 105.000 aficionados alemanes abarrotaron el estadio Olímpico de Berlín. El árbitro del encuentro fue el belga John Langenus. El partido fue muy cómodo para la Selección Inglesa, que venció holgadamente (3 – 6) en el marcador. Los autores de los goles germanos fueron los delanteros Josef Gauchely Johann Pesser, y el centrocampista Rudolf Gellesch. Por parte de los ingleses, marcaron los tantos los delanteros Jackie Robinson por partida doble, Clifford Bastin, Frank Broome y Len Goulden, y el centrocampista Stanley Matthews. Goulden anotó el primer gol para los pross. El delantero celebró el tanto volviéndose hacia la zona del palco en la que se encontraba Rous, y le espetó un estruendoso “saluda esto ahora”, que resonó por todo el estadio.
Los periodistas ingleses elogiaron la contundente victoria de la Selección Inglesa. El diario The Telegraphseñaló que Inglaterra “demostró el prestigio y la superioridad de la nación en todos los deportes”. Asimismo, el periódico indicó que los pross “seguían siendo los maestros del fútbol”. Sorprendentemente, los medios de comunicación ingleses criticaron poco el saludo nazi. The Times llegó a felicitar la realización del gesto ejecutado por los futbolistas ingleses, manifestando que era “un magnífico acto de respeto para los anfitriones”.
En Alemania, los periódicos favorables al nazismo sentían una gran admiración hacia su patria y hacia el régimen nacionalsocialista germano. Los diarios desbordaban una gran alegría por contemplar cómo los futbolistas ingleses, que eran considerados como las superestrellas futbolísticas de la época, habían mostrado tanto respeto y reconocimiento al pueblo alemán. El medio de comunicación Bachter publicó con orgullo, al día siguiente de celebrarse el amistoso, la fotografía del saludo nazi en su portada como prueba de la legitimidad del régimen nazi por parte del país inglés.