El 21 de agosto de 1940 murió asesinado León Trotsky, un político clave en la revolución bolchevique y segundo al mando del propio Lenin. Hasta llegar el golpe mortal que recibió en su despacho con un pico de escalada, se llevó a cabo un trabajo de espionaje e infiltración que ha inspirado obras del cine y la literatura. Un español, Ramón Mercader, fue quien perpetró este asesinato a las ordenes de Stalin.
Trotsky ya había sido el objetivo de un intento de asesinato. Uno de los guardaespaldas del propio revolucionario permitió la entrada a 20 hombres armados dirigidos por el pintor David Alfaro Siqueiros, quien disparó al lecho donde dormían Trotsky y su esposa. La pareja, alertada por el ruido que causó la invasión de su domicilio ya se había parapetado tras un muro y esperaron a que los guardias repeliesen el ataque.
Tras esta experiencia, se ordenó doblar la seguridad en el palacete para prevenir futuros intentos de asesinato. Pero fue Jaime Ramón Mercader del Río Hernández quien consiguió infiltrarse en los círculos más cercanos de Trotsky. Todo el que quisiera visitarle tenía que presentar credenciales y era registrado de arriba abajo por lo que su fingido noviazgo con Silvia Ageloff, una de las secretarias del revolucionario, le permitió vulnerar las medidas de seguridad.
El 20 de agosto de 1940, con el pretexto de que leyese un escrito suyo, esa tarde consiguió estar a solas con la Trotsky en su despacho. Mientras el confiado líder le dio la espalda para aprovechar la luz de la ventana, Mercader sacó un piolet y le asestó un golpe brutal en la cabeza. Lo llevaron al hospital de la Cruz Verde y fue sometido a varias operaciones, sin embargo, finalmente murió un día después y según los documentos, a su honra fúnebre fueron 300.000 personas.
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