A mitades del siglo XIX, se produjo un proceso de urbanización en Europa, causado por el aumento de la población de la época. Este hecho demográfico, sumado a los inicios del proceso industrial provocó que se modificasen los planos y estructuras de las ciudades más relevantes del continente.
España, pese a ser un Estado mucho menos desarrollado que otros como Reino Unido, Francia Países bajos, Prusia y Austria, llevó a cabo una importante notable transformación urbana en Barcelona, una importante ciudad, fuertemente industrializada dentro del país y perteneciente a Cataluña, principal exportadora de algodón en España. Este plan llevado a cabo es conocido como el “Plan Cerdá”.
Este plan fue realizado en 1860 por el ingeniero catalán Ildefonso Cerdá, y seguía los conceptos del plan hipodámico, el cual se basaba en la organización de la ciudad en calles con un ángulo recto, de manera que se formasen manzanas rectangulares.
El origen de este crecimiento comenzó con el deseo de eliminar las murallas, que ya no proporcionaban una importante fuente de defensa para la ciudad. Además de existir la intención de querer ampliar la cantidad de hectáreas de la ciudad.
En 1853, antes del derribo de las murallas, el ayuntamiento de Barcelona comenzó a prepararse para el plan de reformar la ciudad, creando la “Comisión de las Corporaciones de Barcelona”. que sería renombrada y transformada en la “Comisión del Ensanche”, contando con importantes arquitectos como: Francesc Daniel Molina, Josep Oriol Mestres, Josep Fontserè i Domènech y Joan Soler i Mestres. Con un objetivo futuro de remodelar y ampliar los territorias de la ciudad.
Posteriormente en 1859, se daría el año en el cual se aprobaría el ensanche. El 2 de febrero se le da las instrucciones al ingeniero Cerdá de realizar un estudio sobre el terreno y preparar procedimientos para iniciar las reformas urbanas. El ingeniero no perdía el tiempo a la hora de realizar los proyectos, mientras que el gobierno central convocó el mismo año un concurso público para poder ver cuál podría ser otra posibilidad que escoger. Finalmente el 9 de junio de 1859 el gobierno progresista de Pascual Madoz, escoge el plan de Ildefonso Cerdá y lo aplica el 8 de Julio del mismo año, pese a la elección de los demás proyectos del concurso público, destacando el de Antoni Rovira i Trias.
El 4 de septiembre de 1860, la reina Isabel II colocaba la primera piedra del ensanche en la actual plaza de Cataluña. El proceso de construcción tuvo dificultades a la hora de ejecutarse fuera de los lugares donde antes se hallaban las murallas, debido a la falta de infraestructuras y a su lejanía con el núcleo civil. El plan Cerdá contó con un importante apoyo de la burguesía, por sus intereses económicas en la especulación del suelo. Pero, a su vez, también obtuvo la negación de muchos ciudadanos por la cantidad de dinero público que se gastaría y décadas después por el carácter esquemático de las calles de Barcelona.
Pese a todo, este modelo de reestructuración de la ciudad fue de gran utilidad para la ciudad, aportando ayudas en los servicios de agua, saneamiento y gas para las calles, así como viviendas con mejores condiciones de iluminación y de higiene.
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