lunes, 15 de enero de 2018

Rebelión de los boxers

La Rebelión de los Bóxers era un conflicto ocurrido en China entre los años 1899 y 1900, donde un violento grupo nacionalista luchó contra la presencia de extranjeros en su territorio. No conformándose con la inapetencia del poder imperial en contener la intervención imperialista en el país, un grupo de luchadores de China desarrolló una sociedad secreta, conocida como la sociedad de los puños rectos para luchar contra los imperialistas. 

Con el apoyo velado de las autoridades locales, los bóxers emprendieron sus primeras acciones realizando pequeños actos de vandalismo cortando líneas telegráficas, destruyendo vías férreas y persiguiendo a los misioneros cristianos. En definitiva, a pesar de una incipiente organización, los participantes de este levantamiento estaban atacando a todo lo que podría representar la dominación de los occidentales en su país. 

El crecimiento de la situación hostil obligó a los imperialistas de las naciones imperialistas a organizar un ejército capacitado para desarticular las acciones defensivas de los bóxers. Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Japón, Italia y Rusia cedieron soldados para tomar la ciudad de Beijing, el principal foco de conflicto. La invasión extranjera que se produjo a finales de mayo 1900  fue contestada con un nuevo ataque de los bóxers y el aislamiento del barrio de las embajadas. 

Mientras civiles extranjeros y cristianos estaban intentando refugiarse de la ola de ataques, los diferentes representantes políticos y funcionarios extranjeros resistieron esperando una fuerte reprimenda contra los chinos. Entre los meses de julio y agosto, las tropas extranjeras lucharon contra los bóxers y los miembros del ejército imperial apoyaron el levantamiento. Dándose cuenta de la retirada de los chinos, las naciones imperialistas hicieron una serie de demandas a cambio de la preservación de los territorios. 

El 7 de septiembre de 1901, el Tratado de Xinchou (o Protocolo Bóxer) ofició los acuerdos que pusieron fin a la guerra de los bóxers. Derrotado, el gobierno chino se vio obligado a pagar una fuerte indemnización en oro y apertura de nuevos puertos a los barcos extranjeros. Además, los imperialistas impusieron su autoridad en la capital del país y prohibieron la importación de armamento chino. En las décadas siguientes, a pesar del fracaso, otros levantamientos han determinado al final de la dominación extranjera en China.



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