martes, 2 de mayo de 2017

La mujer que hizo de su pasión su vida



Hanna Reitsch

Su destreza y valentía le convirtieron en uno de los mejores pilotos de Europa, consiguiendo más de 40 récords deportivos,  de altura y velocidad. Pero su destreza también le llevó hasta Hitler, en una época en la que el Führer debía contar con los mejores recursos posibles.

Hanna Reitsch nacía el 29 de marzo de 1912 en Silesia, entonces región alemana, hoy pertenece a  Polonia. Además, pertenecía a una familia bien situada económicamente, lo que le permitió desde joven comenzar a tomar cursos de aviación. Con 20 años, inició los estudios de medicina, pues  su sueño era ser médico-misionera en colonias alemanas pilotando su propio avión.

Con solo 19 años, ya había establecido su primer récord mundial, el de duración de vuelo sin motor, con algo más de 5 horas permaneciendo en el cielo. Récord que doblaría al año siguiente, al alcanzar las 11 horas y media. Y es que en esos primeros años, sus récords se fueron sucediendo uno tras otro. En 1936 se convertía en la primera mujer que sobrevolaba los Alpes en un planeador.

Dentro del Instituto alemán para el desarrollo de planeadores, contribuyó en diversas expediciones con fines científicos por todo el planeta. Entre otros cometidos, realizó el programa de pruebas del DFS Kranich, el primer planeador biplaza.
Su actividad no pasó desapercibida para Adolf Hitler, que tenía en la Lutwaffe, la Fuerza Aérea Alemana, uno de sus componentes esenciales dentro de sus planes militares, y fue contratada como piloto de pruebas de nuevos aparatos que posteriormente serían usados en la Segunda Guerra Mundial. Participó en los avances tecnológicos que hicieron de la aviación alemana, la fuerza más poderosa del mundo. Le valió para recibir el título de ‘Flugkapitan’ (Capitán de Aviación Honoraria), concedido a aquellos que habían demostrado capacidad y méritos particulares. Era la primera mujer que lo recibía.

Hanna Reitsch probó todos los aviones que produjo la Fuerza Aérea Alemana. Más tarde recibiría la Cruz de Hierro de Primera Clase.
Su último vuelo bajo el mandato nazi fue sin duda el más complicado. Ya en el ocaso del III Reich, y tras intuir Hitler una traición desde dentro, el Führer solicitó al general Robert Ritter von Greim –amigo íntimo de Hanna Reitsch- su encuentro en el edificio de la Cancillería para ser nombrado nuevo comandante de la Lutwaffe.

Las tropas del ejército soviético llevaban varias semanas presentando batalla en las calles y sabían que traspasar las líneas iba a ser una misión suicida. Llegar desde Munich hasta las afueras de Berlín fue tremendamente complicado. Llegar al centro de la ciudad era imposible por vía terrestre, y ya no existía ningún aeródromo bajo control de las tropas alemanas. Así que el objetivo pasó a ser aterrizar entre la columna de la Victoria y la puerta de Brandemburgo, esperando que la zona próxima a la Cancillería aún estuviera bajo control alemán.

Pese al mazazo que supuso para Hanna la caída del III Reich, en cuanto fue liberada decidió regresar a su vida anterior. Es decir, todo siguió girando en torno a los aviones, pero ya no con fines militares, sino deportivos.
En 1952 fue la única mujer que compitió en el Campeonato Internacional de Planeadores de Madrid, donde se adjudicó la Medalla de Bronce. Tres años más tarde, en el Campeonato de Planeadores de Alemania, se llevó la victoria, siendo también la única competidora femenina. En los años siguientes, siguió coleccionando medallas en distintas competiciones, así como récords del mundo.

Su pasión por los aviones también le permitió disponer mejor de su otra pasión, la de misionera. En 1959 se trasladó a la India, donde forjó una afable relación con Indira Gandhi.

Su muerte llegó en el agosto de 1979, cuando un infarto agudo de miocardio terminó con su vida. Tenía 65 años. Toda una vida en la que vivió de todo, pero siempre dedicada a los aviones.

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