LA
ALEMANIA DE BISMARCK Y DE GUILLERMO II
Otto von Bismarck lo hizo muy bien en Alemania. Con él, el imperio alemán tenía clara la idea de “somos una nación”, apelando los sentimientos. Alemania era una nación potente y comenzó a darse cuenta de los peligros: Francia, Gran Bretaña, Rusia y los propios trabajadores alemanes.
Para evitar problemas con estos últimos,
Bismarck hizo una serie de reformas sociales con el fin de contentarles, como
el seguro de enfermedad y accidentes (1883 y 1884), las pensiones de jubilación
(1885) y una aparente democracia. Venció a Francia, deshizo su gobierno y
Napoleón cayó humillado.
Comenzó una política para aislar a Francia, a
base de la firma de acuerdos como la Triple Alianza (Austria y Rusia), los Acuerdos
Mediterráneos (Gran Bretaña, Italia, Austria-Hungría y España) y el Tratado de
Reaseguro (Rusia).
Pero todo esto falla cuando el Kaiser muere y su
hijo, Guillermo II, toma el mando y destituye a Bismarck. Aspiraba a ser la
máxima potencia mundial, pero lo hizo de una manera muy chapucera, emprendiendo
el weltpolitik.
Comenzó una política naval con el objetivo de
construir una flota igual de potente que la de Gran Bretaña, provocando así su
recelo y el comienzo de apoyo a
Francia.
La política colonial, que fueron intentos de
expansión por África, China y el Pacífico, agravó las tensiones, llevando, en
1907, a la formación de el Triple Entente, alianza entre Gran Bretaña, Francia
y Rusia, justo lo que más temía Bismarck; "Der Alptrum der Koalitionen" - "Pesadilla de las Alianzas", que llevó a el comienzo de la Primera
Guerra Mundial.
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