Fue el ducentésimo quincuagésimo quinto papa de la Iglesia católica y el último soberano de los Estados Pontificios. Su pontificado de 31 años y 8 meses, (del 16 de junio de 1846 al 7 de febrero de 1878), ha sido el segundo más largo de la historia de la Iglesia, o el más largo si se descarta el de San Pedro, cuya duración es difícil de determinar. Fue beatificado por Juan Pablo II.
Al ser elegido proclamó una amnistía para los presos con delitos políticos e instituyó La Consulta, una cámara deliberante de representación popular que propició una mayor participación ciudadana en el gobierno de los Estados pontificios.
Se negó a reconocer el reino de Italia, a establecer relaciones diplomáticas con él y rechazó las garantías personales que se ofrecían y excomulgó al rey Víctor Manuel II de Saboya.
Los últimos años de su pontificado los vivió en condiciones de aislamiento en los palacios del Vaticano, viendo como las propiedades de la Iglesia en Italia eran confiscadas.
Su pontificado había sido uno de los más largos de la historia y, a su vez, uno de los que tuvo que afrontar problemas más graves.
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