Los nazis y sus secuaces llevaron este método a puntos poco razonables para la idea de deshacerse de “razas
inferiores” y “elementos indeseables” en una región conquistada para dar
paso a “colonos civilizados”. Esto se dio por primera vez de forma deliberada durante la denominada Guerra de los Boers (más concretamente durante la Segunda Guerra
Boer) que enfrentó al Imperio Británico contra los colonos holandeses
(boers) que se habían establecido siglos atrás en el sur de África.
Roberts deja Sudáfrica y le reemplaza Horatio Herbert Kitchener, Primer Conde de Kitchener, un destacado militar y político británico de origen irlandés con una gran trayectoria.
Una vez que Kitchener se hizo con el control de los campos, organizó
estos en el primer sistema organizado de campos de concentración de la
Historia. Se estima que no menos de 20 mil mujeres, niños y
hombres bóers civiles murieron de hambre y de falta de
atención entre los años 1900 y el final de la guerra dos años después. Tampoco nos podemos olvidar de los no menos de 10.000 africanos
que murieron también en los campos. Kitchener, que había obtenido una
gran popularidad en Gran Bretaña tras una carrera militar llena de
éxitos imperiales, vio esta vez como las críticas se generalizaron no sólo en Sudáfrica, sino también en Gran Bretaña y el resto de Europa.
La guerra que iniciaron los británicos por el control de Sudáfrica conllevó la creación de 45 campos de concentración donde se recluyó a la mayoría de la población civil boer, unas 119.000 personas. También se recluyó con ella, a no menos de 43.000 africanos, familias enteras que servían a los boers.
A día de hoy esta historia continua
siendo apenas conocida por la opinión pública y poco tratada. Un buen ejemplo de cuando la historia la hacen
los vencedores.
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