Hanna Reitsch
Su
destreza y valentía le convirtieron en uno de los mejores pilotos de Europa,
consiguiendo más de 40 récords deportivos,
de altura y velocidad. Pero su destreza también le llevó hasta Hitler,
en una época en la que el Führer debía contar con los mejores recursos
posibles.
Hanna
Reitsch nacía el 29 de marzo de 1912 en Silesia, entonces región alemana, hoy
pertenece a Polonia. Además, pertenecía a
una familia bien situada económicamente, lo que le permitió desde joven
comenzar a tomar cursos de aviación. Con 20 años, inició los estudios de
medicina, pues su sueño era ser
médico-misionera en colonias alemanas pilotando su propio avión.
Con
solo 19 años, ya había establecido su primer récord mundial, el de duración de
vuelo sin motor, con algo más de 5 horas permaneciendo en el cielo. Récord que
doblaría al año siguiente, al alcanzar las 11 horas y media. Y es que en esos
primeros años, sus récords se fueron sucediendo uno tras otro. En 1936 se
convertía en la primera mujer que sobrevolaba los Alpes en un planeador.
Dentro
del Instituto alemán para el desarrollo de planeadores, contribuyó en diversas
expediciones con fines científicos por todo el planeta. Entre otros cometidos,
realizó el programa de pruebas del DFS Kranich, el primer planeador biplaza.
Su
actividad no pasó desapercibida para Adolf Hitler, que tenía en la Lutwaffe, la
Fuerza Aérea Alemana, uno de sus componentes esenciales dentro de sus planes
militares, y fue contratada como piloto de pruebas de nuevos aparatos que
posteriormente serían usados en la Segunda Guerra Mundial. Participó en los
avances tecnológicos que hicieron de la aviación alemana, la fuerza más
poderosa del mundo. Le valió para recibir el título de ‘Flugkapitan’ (Capitán
de Aviación Honoraria), concedido a aquellos que habían demostrado capacidad y
méritos particulares. Era la primera mujer que lo recibía.
Hanna
Reitsch probó todos los aviones que produjo la Fuerza Aérea Alemana. Más tarde
recibiría la Cruz de Hierro de Primera Clase.
Su
último vuelo bajo el mandato nazi fue sin duda el más complicado. Ya en el
ocaso del III Reich, y tras intuir Hitler una traición desde dentro, el Führer
solicitó al general Robert Ritter von Greim –amigo íntimo de Hanna Reitsch- su
encuentro en el edificio de la Cancillería para ser nombrado nuevo comandante
de la Lutwaffe.
Las
tropas del ejército soviético llevaban varias semanas presentando batalla en
las calles y sabían que traspasar las líneas iba a ser una misión suicida. Llegar
desde Munich hasta las afueras de Berlín fue tremendamente complicado. Llegar
al centro de la ciudad era imposible por vía terrestre, y ya no existía ningún
aeródromo bajo control de las tropas alemanas. Así que el objetivo pasó a ser
aterrizar entre la columna de la Victoria y la puerta de Brandemburgo,
esperando que la zona próxima a la Cancillería aún estuviera bajo control
alemán.
Pese
al mazazo que supuso para Hanna la caída del III Reich, en cuanto fue liberada
decidió regresar a su vida anterior. Es decir, todo siguió girando en torno a
los aviones, pero ya no con fines militares, sino deportivos.
En
1952 fue la única mujer que compitió en el Campeonato Internacional de
Planeadores de Madrid, donde se adjudicó la Medalla de Bronce. Tres años más
tarde, en el Campeonato de Planeadores de Alemania, se llevó la victoria,
siendo también la única competidora femenina. En los años siguientes, siguió
coleccionando medallas en distintas competiciones, así como récords del mundo.
Su
pasión por los aviones también le permitió disponer mejor de su otra pasión, la
de misionera. En 1959 se trasladó a la India, donde forjó una afable relación
con Indira Gandhi.
Su
muerte llegó en el agosto de 1979, cuando un infarto agudo de miocardio terminó
con su vida. Tenía 65 años. Toda una vida en la que vivió de todo, pero siempre
dedicada a los aviones.
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