En el año 1555, el Papa Pablo IV decidió encerrar a los judíos en un gueto, en una zona de Roma. No les dejaba salir de allí, pues estaba amurallado con tres puertas que se cerraban por la noche. Así es como los controlaban, y hoy en día aún se mantienen algunas de las "vallas" que usaban como medida de control. Además, estaban obligados a vestir de amarillo para ser identificados y no podían tener propiedades.
Durante la Segunda Guerra Mundial fueron deportados a campos de concentración de Alemania y muy pocos volvieron. En el suelo y en frente de portales de algunas casas se pueden apreciar placas que conmemoran a los judíos que no volvieron. En ellas aparecen los nombres, la fecha en la que fueron deportados y en la que murieron.
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