Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, en agosto de 1914, los soldados creyeron que terminaría rápido. Muchos pensaron que estarían de regreso en casa para Navidad. Sin embargo, la guerra duró cuatro años y hubo muy poco movimiento en las trincheras, donde las enfermedades y la desnutrición estaban fuera de control.
Muerte
Incluso cuando no había batallas, la muerte era un suceso cotidiano. Alrededor de una tercera parte del total de muertes en el bando aliado se produjeron en las trincheras. Las explosiones de proyectiles al azar eran una preocupación constante, incluso durante una situación de estancamiento. A los nuevos reclutas se les advertía constantemente que no miraran por encima del borde de las trincheras en la tierra de nadie, donde los francotiradores enemigos podían verlos fácilmente.
Higiene
La higiene personal era un problema importante para los que vivieron en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. El agua para el baño estaba racionada, por lo que era difícil lavarse regularmente. Los piojos infestaron los uniformes de los soldados, y los cuerpos de los soldados caídos cubrían las trincheras, propagando enfermedades.
Ratas
Millones de ratas llenaron las trincheras, alimentándose de los restos en descomposición de los soldados caídos. Había dos tipos de ratas: marrones y negras. Debido a su constante dieta a base de cadáveres, las ratas marrones podían crecer tan grandes como un gato.
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