Civiles y soldados noruegos se unieron en misiones suicidas durante el III Reich para acabar con la idea de Hitler de conseguir la bomba atómica a través del agua pesada en la central de Vemork
Pocos lo saben, pero el mundo está en gran deuda con la resistencia noruega durante la Segunda Guerra Mundial. Una serie de acciones de sabotaje realizadas por los partisanos del país escandinavo tuvieron mucho que ver con que la Alemania nazi no llegara a desarrollar armas nucleares antes de que finalmente fuera derrotada por los aliados en 1945.
Operaciones secretas dirigidas entre 1940 y 1943 desde Londres bajo nombres en código como 'Grouse', 'Freshman' o 'Gunnerside' y desarrolladas de forma paralela a bombardeos, impidieron que el programa de nuevos armamentos del régimen de Adolf Hitler pudiera beneficiarse del estado avanzado de las investigaciones que el doctor Norsk Hydro -el primero que barajó la idea de la fisión nuclear- llevaba a cabo sobre el agua pesada, un producto inicialmente diseñado como fertilizante, pero potencialmente susceptible de ser utilizado como explosivo de gran potencia. Este producto posibilitaba el control de los neutrones emitidos en la desintegración radiactiva, de modo que pudieran ser capturados por otros núcleos fisibles.
Desde principios de 1934 en territorio noruego existía la planta comercial Vemork 60 MW -en la cascada de Rjukan, en Telemark-, con capacidad para producir doce toneladas de agua pesada anuales. Aunque para cuando llegó la invasión de las tropas de la Wehrmacht el 9 de abril de 1940 el Gobierno de Oslo -entonces neutral- ya había eliminado 185 kilogramos del material almacenado, no se llegó a desactivar la planta a tiempo.
La preocupación se extendió de inmediato entre los dirigentes británicos, que por aquella época conducían la lucha aliada, ya que Estados Unidos no había entrado todavía en guerra. La destrucción de la factoría y de su producción se antojaba vital para el desarrollo de la contienda. Por ello, se constituyó un grupo de trabajo que diseñó varios planes, todos arriesgados, en los que la colaboración de personas nativas que residían cerca de Vemork era primordial, aunque ello supuso un suicidio para muchos.
La 'operación Grouse' se desarrolló en octubre y noviembre de 1942. En primer lugar cuatro comandos noruegos entrenados por Londres lograron llegar hasta la meseta de Hardanger, en un nivel superior a la planta de agua pesada, tras lanzarse en paracaídas y verse obligados a esquiar una larga distancia para instalar una fuerza avanzada, a la espera de un grupo de ingenieros británicos que estaba previsto desembarcara en un planeador militar.
El intento fracasó porque una parte de los transportes se estrellaron antes de alcanzar su destino. Los expedicionarios murieron en los accidentes, bajo el fuego enemigo o víctimas de las torturas de la Gestapo. Además, esta operación infructuosa alertó a los alemanes, que incrementaron las medidas de seguridad alrededor de la producción del agua pesada. Tras el intento fallido colocaron minas, focos y vigilancia adicional.
Para mayor desgracia, los cuatro noruegos avanzados tuvieron que esconderse en un refugio de montaña, subsistiendo con musgos y líquenes hasta que, un año más tarde, el mando británico volvió a apoyarse en ellos para montar una nueva operación en febrero de 1943, conocida como 'Gunnerside'. Al cuarteto se unieron otros tantos comandos del país escandinavo tras ser lanzados en paracaídas desde un bombardero.
La misión presentaba una gran exigencia, obligando a sus protagonistas a descender un barranco, vadear un río helado y subir una empinada colina. Pese a ello, accedieron a la planta por un sótano gracias a planos detallados proporcionados por un agente noruego que trabajaba en Vemork. Colocaron cargas explosivas en las cámaras de electrólisis y salieron del lugar antes de que se detonaran sin tener que disparar en ningún momento.
El ataque fue un éxito al ser destruida más de media tonelada de agua pesada. La misión se completó con bombardeos aliados, que dejaron las instalaciones inoperativas. Los alemanes sólo consiguieron salvar una pequeña cantidad de agua pesada. Se intentó trasladarla a tierra germana, pero la resistencia hundió en el lago Tinnsj el ferry que la transportada. Los partisanos tuvieron que superar un dilema moral con esta acción, ya que el sabotaje obligaba a sacrificar las vidas de los pasajeros civiles de la embarcación.
Todos los comandos lograron huir a pesar de que fueron buscados durante días por cerca de 4.000 soldados alemanes. Algunos esquiaron hasta Suecia, otros dos llegaron a Oslo y el resto se quedó en la zona para continuar su trabajo con la resistencia.
Sin embargo, la tenacidad teutona quedó de nuevo manifiesta cuando la planta Vemork volvió a su funcionamiento dos meses más tarde. Aunque cualquier incursión de comandos estaba ya descartada, los ataques aéreos fueron constantes hasta 1944, cuando definitivamente se cerró la factoría del agua pesada. Una vez finalizada la guerra, sus componentes fueron localizados en el sur de Alemania durante las etapas finales de la guerra por miembros de la 'Operación Alsos', diseñada para hacerse con todo el material nuclear nazi. Con la perspectiva del tiempo, los expertos llegaron a la conclusión de que el programa atómico de Hitler estaba muy lejos de producir una bomba atómica.
Todo lo contado se relata con bastante rigor y más detalle en la magnífica película 'Los héroes de Telemark', dirigida en 1965 por Anthony Mann y protagonizada por Kirk Douglas, Richard Harris o Michael Redgrave, entre otros actores. Previamente, en 1948 se rodó en Noruega otro film sobre el tema titulado 'Kampen om tungtvannet', que tuvo escasa difusión lejos del país nórdico. Los documentales sobre el tema son abundantes y profusos.
En el campo literario, Frantisek Behounek escribió en 1966 la obra 'Rokle u Rjukanu', una ficción inspirada en los acontecimientos. Sin embargo, es más actual 'Los verdaderos héroes de Telemark: la verdadera historia de la misión secreta para detener la bomba atómica de Hitler', obra de Ray Mears publicada en 2003.
Planta hidráulica de Vemork, en Telemark, Noruega./ Michael Spiller
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