domingo, 25 de noviembre de 2018

Amor en tiempos de guerra..

Tras acabar con nuestra primera semana de exámenes, Óscar decidió empezar aquel miércoles 21 de noviembre hablándonos sobre Norwood Thomas, un soldado norteamericano de la Segunda Guerra Mundial, que participó en la Batalla de Normandia, (llamada en clave Operación Overlord) así como, en otras muchas.
Además de contarnos la experiencia de aquel héroe de guerra en Francia, explicando meticulosamente todos y cada uno de los secretos de la operación, se decidió a hablarnos sobre un tema muy paradójico en tiempos de guerra, el amor.  Por tanto, nos contó la gran historia romántica de nuestro protagonista Norwood, con una joven chica francesa de 17 años llamada Joyce Morris, a la que conoció antes de la guerra, y pidió matrimonio tras ella.  Nuestro joven de 21 años, no tuvo suerte y su amor no fue correspondido, o eso creía él; hasta que 70 años después, y gracias a los medios de comunicación, Joyce le reconoció en la televisión. Esto produjo un encuentro días después entre ambos, que permitió aclarar las confusiones del pasado y revivió el amor entre ellos olvidado, o por lo menos, apartado de hace 7 décadas. 
Esta es solo una de las muchas historias conocidas, y otras varias sin conocer que llegan a nuestros oídos gracias a las declaraciones de los propios protagonistas, y sobre todo, gracias a los sabuesos que se interesan por ellas. Como es el caso de Mónica G. Álvarez, que recoge en su libro "Amor y Horror nazi" siete historias con testimonios reales de supervivientes del Holocausto, que protagonizaron las historias de amor más impactantes surgidas en los campos de concentración nazi. 
Dentro de este libro, aparecen historias como la de Howard y Nancy Kleinberg, la de Paula y Klaus Stern, o la de Felice Schragenheim y Elizabeth Wust. Pero, sin duda, la que más me llama la atención es la de Helena Citrónová y Franz Wunsch.

En la primavera de 1942, y en plena Segunda Guerra Mundial, cuando Hitler intentaba dominar el mundo, no todo era muerte y desolación, también dentro de todo el horror tuvo lugar el amor en uno de los campos de concentración nazi más sangrientos: el de Auschwitz-Birkenau (Polonia). Los protagonistas de esta historia, ya mencionados anteriormente, son un guardia nazi conocido como Franz Wunsch y una mujer judía polaca llamada Helena Citrónova. 
El amor de esta pareja nació cuando Franz escuchó cantar a Helena y quedó prendido de su dulce voz y desde entonces decidió protegerla. Tan grande fue el amor que sentía este soldado que incluso desafiaba las leyes alemanas y enviaba a Helena galletas y notas de amor. Como era de esperar, al inicio Helena no correspondía las muestras de amor del guardia, puesto que era uno de los muchos causantes de que ella y su familia viviesen ese infierno. Aún así, Franz ganó puntos al salvar a la hermana de Helena de ser enviada a la cámara de gas; aunque no pudo salvar a sus sobrinos, pues ellos eran niños y los niños no podían vivir allí. Su valentía por arriesgarse por su casi cuñada, hizo que se ganara el corazón de su amada y significó el amor de esta por el soldado. 
Más tarde, cuando el poder aliado avanzó, el ejército nazi tuvo que deshacerse de todos los prisioneros en las llamadas "marchas de la muerte"; tanto Helena como su hermana, estaban dentro de este grupo de prisioneros, pero una vez más, se mantuvieron con vida gracias al general Wunsch, quien les regaló dos pares de botas de piel para poder sobrevivir. Al finalizar la guerra, Franz le propició una nota con la dirección de su madre en Holanda, para esconderse allí hasta que el regresara. Helena, en cambio, y haciendo caso a los consejos de su padre sobre mantener sus raíces, recordó que era judía y no acudió al lugar de encuentro. El soldado nazi, emprendió entonces una búsqueda desesperada de la judía, que le llevó a pasar dos años recorriendo cualquier lugar en que la eslovaca pudiese estar, queriendo conocer su destino y su paradero. 

Sin embargo, tuvieron que esperar hasta 1972 para volver a mirarse a los ojos, durante el juicio a Wunsch; tras 30 años sin verse, Helena y su hermana le devolvieron el favor al alemán y no dudaron en declarar a favor de este con sus testimonios, quedándose así fuera de todos los cargos. Franz contó que conocer a Helena le cambió la vida, cambió su comportamiento y lo convirtió en otra persona. 

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