Los alemanes sabían que una revolución podría alejar a Rusia
de la Primera Guerra Mundial y Berlín podía trasladar las divisiones que
mantenía en el frente oriental hacia el occidental y reforzar su posición ante
los ejércitos franceses e ingleses. Por esa razón, facilitaron el regreso de
Lenin, que en ese momento se encontraba en Suiza, a Rusia.
Los agentes del Káiser
aceptaron las condiciones que impuso Lenin para pasar a través de Alemania. El
líder revolucionario, su mujer y un séquito de treinta personas partieron de Zúrich
hacia Berlín por ferrocarril. Seguido, se dirigieron a Sassnitz donde
embarcaron en un ferry que los trasladó a Estocolmo. Gracias a las facilidades
que le aportaron los alemanes, Lenin llegó a Petrogrado, actual San
Petersburgo, el 16 de abril de 1917.
La noche del 6 de noviembre, los bolcheviques se apoderaron
de los puntos estratégicos de Petrogrado y tomaron el Palacio de Invierno. Los
revolucionarios proclamaron un gobierno obrero.
El Káiser se había quitado de encima a un peligroso enemigo.
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